LGBTetc
Recientemente he recibido varios mensajes, algunos amistosos, otros no tanto, en los que me preguntan cuál es mi problema con la comunidad LGBT, en qué me afectan, por qué soy tan radical, qué pretendo cuando causo controversias en redes, etc. Sin ánimo de defender mi postura, quiero responder brevemente exhibiendo algunas de las razones que me motivan a publicar ese tipo de comentarios. Estoy consciente de que cada uno de los puntos que enlistaré se presta para un interminable diálogo, y que tengo aún mucho por aprender. Sé que en esta discusión tan delicada convergen múltiples factores, y que muchas disciplinas tienen materia que aportar, como la biología, la psicología, la sociología, y que no las domino. No pretendo saberlo todo, ni estoy cerrado a seguir aprendiendo; aún así, no puedo no tener convicciones (como cualquier persona). Quiero a continuación justificar mi intromisión en la discusión. No intento ahora persuadir a nadie, ni pienso hacer una apología exhaustiva de mis opiniones; únicamente quiero defender mi necesidad de alzar la voz, con profundo respeto a quienes piensan diferente.
1. Creo firmemente que “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó” (Génesis 1:27). Pienso que ser hombre o ser mujer no es un accidente trivial en el ser humano, como tener ojos azules o cafés. Lo masculino y lo femenino atraviesan todas las dimensiones del hombre y de la mujer; constituyen su misma esencia. La agenda LGBT tiende a trivializar la sexualidad en el hombre, sugiriendo como una especie de naturaleza humana neutra asexuada, contraria al diseño del Creador, que ha hecho al hombre varón y mujer, a su imagen y semejanza. Hacer a la sexualidad superflua, como algo que puede quitarse y ponerse en un quirófano, es destruir a la naturaleza humana misma.
2. La idea de tolerancia que exige la comunidad LGBT corromper el significado mismo de tolerancia. Pensar distinto de ellos significa ser homofóbico intolerante, o algo peor. En nombre de su idea de tolerancia, son intolerantes ellos mismos, como si su modo de pensar fuera el único compatible con la virtud de la tolerancia.
3. Estoy convencido de que la cultura que se difunde por la comunidad LGBT no es inofensiva, sino que afecta a millones de personas. No es simplemente un modo de pensar que carezca de víctimas. La primera víctima es Dios; su diseño perfecto ha sido rechazado, y el hombre se ha dispuesto a redefinir lo que el Creador ha hecho con toda sabiduría. La segunda víctima es la humanidad en su conjunto, que progresivamente pierde de vista la profundidad y la relevancia de la sexualidad humana, convirtiéndola en capricho maleable. Los niños son los que más me preocupan, pues se les impone a través de la cultura y de la educación ese modo de pensar como si fuera el único aceptable en una sociedad abierta, respetuosa y tolerante; como si para ser tolerante se tuviera que entender lo masculino y lo femenino de manera superflua. Que se manipule a un niño a entender su sexualidad, no como un don, sino como algo tan ligero en su realidad, que está a merced de su elección, como si se tratara de un corte de pelo, me parece atroz. Son víctimas también las personas heterosexuales, las homosexuales y las transexuales, pues si se deconstruye lo que significa ser varón o ser mujer, ni la heterosexualidad, ni la homosexualidad, ni la transexualidad, tienen significado. El hombre queda condenado a entenderse de modo neutral, sin una identidad que trascienda su capricho, bajo la sombra de una ideología que lo aparta de la belleza y la dignidad de su diseño sexual dado por el Creador. No entro en esta gran discusión para causar polémica o ganar un argumento; comparto la opinión de Robert Sarah, quien sostiene que “no es una guerra ideológica. Se trata en realidad de defendernos a nosotros mismos, a nuestros hijos y a las generaciones futuras ante una ideología demoniaca (la ideología de género) que dice que los niños no necesitan madres y padres. Ella niega la naturaleza humana y quiere extirpar a Dios de generaciones enteras”.
4. Pienso que el don del amor de Dios es la herencia del hombre. En deleitarse en ese amor está su bienaventuranza. Para revelárnoslo, Dios se ha servido de diferentes signos. Uno de ellos, muy rico en significado en la Escritura y en la Tradición, es el matrimonio. Dios presenta a la dimensión conyugal del varón y la mujer como un misterio que revela la relación de Yahvé con Israel, de Cristo con su Iglesia, de cada persona con Dios. No somos capaces de degustar la riqueza de ese gran sacramento, ni de comprender su inabarcable fuerza pedagógica y reveladora. Si destruimos el misterio del hombre y de la mujer en mutua referencia conyugal, destruiremos también una de las palabras más elocuentes que Dios ha pronunciado para revelarnos su amor.
5. Distinguir la sexualidad del género es volver indiferente, o al menos insignificante, al cuerpo. Es producir una especie de dualismo esquizofrénico que le impide al hombre comprender su propia identidad. El misterio de la Encarnación ha revelado la sacralidad del cuerpo humano, no como una periferia accidental de la persona, sino como expresión íntima, sustancial y significativa de su propio ser. No tenemos cuerpo; somos cuerpo, y la cultura LGBT procura producir una disociación que vuelve irrelevante a la corporeidad, que no es distinta del hombre, sino que es el mismo hombre. Por eso, volver insignificante al cuerpo, es volver insignificante a toda la persona.
6. La creciente presión de la comunidad LGBT genera una neblina que hace cada vez más difícil aceptar realidades muy evidentes, como que el pene es masculino y la vulva es femenina; como que la paternidad es masculina y la maternidad es femenina. Su instalación progresiva en la cultura contribuye de modo decisivo a que triunfe la confusión, y lo evidente pierda todo su significado. Su principal aliado es el relativismo, que succiona del hombre su auténtico sentido existencial, y lo deja a la merced de caprichos ilusorios que no le ofrecen un lugar ontológico estable en el mundo.
7. El planteamiento LGBT que se propone a sí mismo como la única alternativa que respeta la diversidad, genera, paradójicamente, una auténtica persecución en contra de otras visiones antropológicas, como señalé en el punto 2. Creo que su ideología está conquistando el terreno; el mundo es cada vez más suyo, y se ha emprendido una cruzada en contra de todo lo que se le oponga: cada vez son más lo casos de padres juzgados por no querer que sus hijos sean educados según su modo de comprender al hombre, los profesores que pierden su trabajo por no aceptar su visión, las personas insultadas por entender el mundo de modo distinto, etc. No me sorprendería ver en unos años a papás encarcelados, a niños arrebatados de sus padres, a personas despedidas de su trabajo…
8. Se ha cumplido la profecía de Chesterton: "Fires will be kindled to testify that two and two make four. Swords will be drawn to prove that leaves are green in summer”. Me siento responsable de desenvainar la espada, aunque muchas personas se indignen.
Insisto, sé que no he argumentado por qué pienso todo lo que he anotado anteriormente. No pretendo justificar ahora mis puntos de vista, y sé que siempre está pendiente una mejor comprensión de la realidad. Puede juzgar alguien que soy ignorante, que me equivoco, que no he estudiado suficiente, etc. Pero no me puede reprender por hablar, pues cualquier persona más o menos coherente alzaría la voz si considerara que una ideología es tan destructiva. Mi motivación no proviene ni de la homofobia, ni del odio, ni del desprecio de nadie, ni de ganas de causar polémica o escándalo, ni de un deseo de protagonismo, ni de búsqueda de atención. Creo verdaderamente lo que digo, y sería muy comodón e incongruente mi silencio. Cuando una persona esté convencida de que una realidad es tan dañina como yo lo estoy en este caso, más le vale alzar la voz, o gánese el título justo de cobarde. Lo siento, no debo callar.
Comentarios
"While today’s anthropological program hinges more radically than ever before on “emancipation”, it seeks a freedom whose goal is to “be like God” (Gen 3:5). But the idea that we can be like God implies a detachment of man from his biological conditionality, from the “male and female he created them.” This sexual difference is something that man, as a biological being, can never get rid of, something that marks man in the deepest center of his being. Yet it is regarded as a totally irrelevant triviality, as a constraint arising from historically fabricated “roles”, and is therefore consigned to the “purely biological realm”, which has nothing to do with man as such. Accordingly, this “purely biological” dimension is treated as a thing that man can manipulate at will because it lies beyond the scope of what counts as human and spiritual (so much so that man can freely manipulate the coming into being of life itself). This treatment of “biology” as a mere thing is accordingly regarded as a liberation, for it enables man to leave bios behind, use it freely, and to be completely independent of it in every other respect, that is, to be simply a “human being” who is neither male nor female. But in reality man thereby strikes a blow against his deepest being. He holds himself in contempt, because the truth is that he is human only insofar as he is bodily, only insofar as he is man or woman. When man reduces this fundamental determination of his being to a despicable trifle that can be treated as a thing, he himself becomes a trifle and a thing, and his “liberation” turns out to be his degradation to an object of production. Whenever biology is subtracted from humanity, humanity itself is negated. Thus, the question of the legitimacy of maleness as such and of femaleness as such has high stakes: nothing less than the reality of the creature. Since the biological determinateness of humanity is least possible to hide in motherhood, an emancipation that negates bios is a particular aggression against the woman. It is the denial of her right to be a woman. Conversely, the preservation of creation is in this respect bound up in a special way with the question of woman."
Joseph Ratzinger and Hans Urs von Balthasar, Mary: The Church at the Source, trans. Adrian Walker (San Francisco: Ignatius Press, 2005), 31–33.
Mónica
Gracias por tener la valentía de expresarlo y de ser una inspiración para no tener miedo de hablar.
1.- Has dicho que “La agenda LGBT tiende a trivializar la sexualidad en el hombre, sugiriendo como una especie de naturaleza humana neutra asexuada, contraria al diseño del Creador, que ha hecho al hombre varón y mujer, a su imagen y semejanza.” Pero esto es simplemente falso. Primero que nada, decir la “agenda LGBT” es tan equívoco como decir “creyentes en Dios” porque no todos comparten la misma serie de principios aún dentro de un discurso considerablemente compartido. En segundo lugar, porque de hecho muchas teorías de género estudian su objeto con dignidad y gran admiración: por ejemplo, Gayle Rubin o Judith Butler rechazarían la idea del humano como neutro y asexuado, porque de hecho piensan que la identidad se forma en gran parte por estos factores.
Para mayor claridad, Butler, por ejemplo, diría que al nacer no tenemos ningún genero (porque es socialmente construido y actuado), pero sí tenemos sexo al nacer. Y el género, al ser construcción social, pues la sociedad espera comportamiento, gestos, modos de hablar, gustos y pensamientos concretos de cada sexo determinado, y esto muchas veces de manera arbitraria; entonces se vuelve parte de la significación que articula lo que se piensa como “sexo”. Dicho de otro modo, el sexo también se ve empapado de connotaciones sociales nos guste o no. Lo cierto es que muchas porciones de la comunidad LGBT consideran el sexo y el genero como sumamente relevante porque son justamente esos dos elementos los que se utilizan como motivo de discriminación, pues ellos mismos consideran el sexo y el género como fundamentales para su autoestima e identidad.
3.- Tienes razón, partes de la cultura difundida por cierta comunidad LGBT no es inofensiva. A pesar de que yo la apoyo, me asusta lo que algunos dicen y piensan. Pero francamente esta crítica me parece muy diluida por la historia de la humanidad, que nos ha mostrado cómo cualquier pensamiento se puede volver tiránico y controlador, como de hecho ha pasado con el cristianismo durante bastantes años. La cosa es que, quizá coincidas conmigo, ni la teoría de género ni la comunidad LGBT son intrínsecamente peligrosas.
Además, si tú mismo admites que el sexo es fundamentalmente un don, parte esencial de nuestro ser, ¿no crees acaso que uno mismo deba definirse eventualmente?. Estoy seguro de que quien se preocupa demasiado por ser como otros esperan, sufre bastante. La identidad es personal y por tanto depende en mayor parte del individuo sin coerción normalizada. El hecho de que esté a merced de su elección no le quita importancia a la sexualidad, al contrario, se resignifica como un fenómeno libre y por tanto legítimo. Analogarla con los cortes de pelo me parece un poco forzado porque es inviable cambiar la genialidad tanto como el cabello que vuelve a crecer.
“si se deconstruye lo que significa ser varón o ser mujer, ni la heterosexualidad, ni la homosexualidad, ni la transexualidad, tienen significado”. Tienes razón. Pero la deconstrucción es sólo el primer paso para la resignificación del cuerpo. Deconstruir no es destruir y dejar ahí, sino poner en duda los significados y las unidades culturales como se han venido construyendo y analizar si existen otras formas de construir significado a esas unidades. Nadie quiere fenómenos sin significado si se intenta construir un discurso con esos fenómenos. Por ello, que lo masculino y femenino sean nociones cambiantes no las hace superfluas tal como el devenir no vuelve superflua nuestra personalidad, nunca estática ni rígida.
Distinguir la sexualidad del género de hecho NO es volver indiferente, ni insignificante, al cuerpo. NO “Es producir una especie de dualismo esquizofrénico que le impide al hombre comprender su propia identidad”, pues más bien le permite comprender su identidad más allá del esquema sexual y de género binario. ¿Por qué? justo porque establecer la noción de sexo y género como únicamente binarios y como sinónimos de manera rígida, limita la perspectiva de la identidad, pues el hecho es que este esquema binario vuelve anormal, pernicioso y defectuoso y abyecto, toda manifestación sexual y de género que no se acomode al molde, molde que no es rígido en su naturaleza. Pues si algo se ha mostrado falso a los positivistas es que no existe observación pura de los fenómenos aunque sean naturales.
6. “La creciente presión de la comunidad LGBT genera una neblina que hace cada vez más difícil aceptar realidades muy evidentes, como que el pene es masculino y la vulva es femenina; como que la paternidad es masculina y la maternidad es femenina.”
La comunidad LGBT, en apoyo de teorías de género, como la de Butler, por ejemplo, te preguntaría “qué quieres decir con lo masculino y lo femenino”. Si la respuesta es meramente material y corporal, entonces sí, el pene está relacionado con lo masculino, aunque de hecho esa relación también es muy complicada y de hecho poco evidente. Si tu respuesta incluye otros aspectos como conducta, formas de hablar, pensar, moverse, vestirse, gustos y roles, entonces la relación entre los genitales y la masculinidad y la feminidad es cualquier cosa excepto evidente, porque este conglomerado de factores no corporales a lo que tanto hacemos hincapié, es lo que entendemos por genero, y las culturas son suficiente evidencia para mostrar que de hecho el genero no siempre se manifiesta de la misma manera y es distinto de su expresión corporal.
Algo que me gustaría enfatizar es esta cuestión de “Su instalación progresiva en la cultura contribuye de modo decisivo a que triunfe la confusión, y lo evidente pierda todo su significado. Su principal aliado es el relativismo”, porque si estudiamos incluso lo más básico en cuestiones de semántica y semiótica, nos daremos cuenta de que los significados son unidades informativas sumamente relevantes para cualquier cultura, pero el error es, creo yo, pensar que los significados son naturalmente dados y unívocos, cuando realmente la relación entre el significado y el significante es arbitraria. De esta manera, deconstruir un significado es relativizarlo, sí, pero al hacer esto se intenta mostrar que lo evidente no es tan evidente, que lo que uno piensa evidente puede no serlo para otros, y de hecho sucede así. Pero, de nuevo, este solo es un paso de la ecuación. La comunidad LGBT ha intentado construir significaciones más incluyentes que las anteriores, y con ello, me parece, poner sobre la mesa un gran signo de interrogación a nuestra cultura. Y francamente dudo que este signo de interrogación pretenda durar para siempre, y en realidad no lo hace, pues diversas teorías de género ya han definido con entusiasmo lo que sexo y género refieren. Desde luego, esto no debe hacerse desde las legislaciones, como las secciones reprobables de la ley C-16 de Canadá. Pero mi discurso no incluye reflexiones jurídicas, sino filosóficas.
Me gustaría saber qué piensas…