Cuando Dios ya no tiene más qué decir
En Misa, uno puede presenciar la obra de su propia redención. Ahí, delante de uno mismo, se lleva a cabo su rescate; la muerte es derrotada, y la vida abundante emana como don eterno. ¿El precio? La muerte escandalosa del Hijo de Dios, terrible, viva, presente, visible... Dios se hace nada para que uno se haga todo. Cuanto Él entrega por medio de su sacrificio, todo su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, se vierte sobre la víctima de su amor, de tal modo, que no puede más que decirse "todo está consumado".
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