Carta al papa Francisco
Aprovechando que hoy es la fiesta de la Anunciación y también el Día de la Vida, quiero compartir la carta que le escribí al papa Francisco hace unos meses. No sé si haya llegado a sus manos. En cualquier caso, la hago ahora abierta para que, si algún día alguien se encuentra al Papa, le pase mi recado. Jeje. También los invito a que se sumen conmigo a repetir todos los días "Mater vitae, ora pro nobis". Que sirva de homenaje a todas las personas que han sido privadas del don de la vida.
_______
Querido papa Francisco
Mi nombre es Alejandro Sada. Soy un mexicano de 34 años, casado, con cuatro hijas. He dedicado mi vida a la filosofía a través de la investigación y la docencia.
Le escribo, en primer lugar, para agradecerle el amor con el que ha servido a la Iglesia. Quiero además compartirle una idea. El rezo del Rosario se ha convertido en uno de mis grandes tesoros. Cada día, al terminar la meditación de los misterios de la vida del Señor, recito las Letanías Lauretanas, como es costumbre de muchos. Al pasar de los años he notado que los 52 títulos con los que imploro los ruegos de nuestra Madre, se han impreso hondo en mí. A partir de ellos, se ha pintado en mi mente el rostro de María, Reina, Virgen, Madre… Dirigirme así a la Virgen ha incidido poderosamente en el modo en que vivo mi fe. Me resulta particularmente reconfortante repetir “Refugio de los pecadores”; ¡cuánto consuelo encuentro en esas palabras! Cuando experimento angustia, espontáneamente sale de mis labios una jaculatoria: “Reina de la paz, ruega por nosotros”; “Rosa mística, qué bella eres”; “Puerta del cielo, no nos dejes fuera”; “Salud de los enfermos, acuérdate de mi amigo”; “Estrella de la mañana, que termine la noche oscura”; “Santa madre de Dios y madre nuestra, muéstranos el rostro de tu hijo”.
La riqueza espiritual que me ha dado la Letanía me anima a sugerirle, humildemente, que se añada a la lista un título más, que con justicia le pertenece a la Santísima Virgen: Mater vitae. En las últimas décadas, el mundo ha sufrido el azote de la cultura de la muerte. Nos hemos apropiado de la vida para servir a nuestros fines: la damos cuando nos resulta útil; la quitamos cuando se opone a nuestra agenda; la tenemos sobre la mesa, contada numéricamente, diseccionada en laboratorios, valuada en dólares.
Pienso que sería muy provechoso que todos los que rezamos las Letanías imploráramos el auxilio de María, reconociéndola como Mater humanae vitae, pues, “al alumbrar al Salvador … se convierte en Madre del que es la Vida y da la vida, en Madre de la vida y de los vivos”. (Ratzinger, Dios y el Mundo) Ella custodia, celosa, la vida de cada hombre desde su origen y, por medio del bautismo, lo engendra en Cristo, en unión con el Espíritu Santo, a la vida de la gracia: “el agua del bautismo es como el seno de María –explica León Magno–, pues el mismo Espíritu Santo llena la fuente que llenó a la Virgen”. (Sermón 24.3) Aclamarla como Madre de la vida humana avivaría en la Iglesia la conciencia de que la vida es un don sagrado que ha de ser recibido con alegría, asombro, veneración y gratitud, y que no nos pertenece. Decir cada día “Madre de la vida humana, ruega por nosotros”, nos movería a amar cada vez más el don de Dios y a intensificar la oración por quienes cometen crímenes contra la vida y por los que sufren a causa de ellos. Mater vitae, ora pro nobis.
Lo abrazo con todo mi cariño de hijo y ruego a Dios por sus intenciones y necesidades.
Alejandro
Comentarios