La filosofía y el nombre de Dios - Platón y Moisés



Fragmento de mis reflexiones sobre la lectura de El Dios de la fe y el Dios de los filósofos de Joseph Ratzinger.

La filosofía tiene la misión de descubrir la inapelabilidad de Dios, como paradigmáticamente hicieron los griegos. Ratzinger señala la armonía que existe entre la Escritura y la filosofía precisamente porque en la traducción de los LXX "el nombre de YHWH es concebido como declaración de la esencia, en la que Dios descubre el originario fondo metafísico de su ser".  Ahora bien, el contenido esencial que se identifica con el nombre revelado, no es sin más la apelabilidad, sino la apelabilidad del que era inapelable. Y precisamente por eso existe una clara continuidad entre el saber filosófico y el contenido de la Revelación: la filosofía es capaz de recorrer la mitad del camino, hasta alcanzar la inapelabilidad, pero la revelación completa el recorrido añadiendo el movimiento del Dios inapelable que se hace apelable. Esa sería, entonces, su esencia, expresada en el recorrido de descenso, o de acercamiento al hombre. La naturaleza de Dios no sería su nombre sin más (YHWH, Yo Soy en que Soy) , pues el nombre, que se identifica parcialmente con el concepto de la filosofía griega, sólo expresa la lejanía que lo hace tan radicalmente otro, que no puede definirse; sería más bien el hecho mismo de que se hace nombrable, el don infinito de permitir al hombre relacionarse con Él. El nombre de Dios incluye una doble dimensión, la distancia y el acercamiento. Dicho de otro modo, Dios no es sin más el apelable, sino que es el que siendo inapelable, se hace apelable. La esencia que se revela en el nombre de Dios es su hacerse nombrable, su nombre es EL QUE SE DEJA NOMBRAR, el que se mueve desde lo totalmente allá hasta lo totalmente acá, el que se dona en ese movimiento; y por eso, por ser don, es amor. Y es amor absoluto, porque el recorrido del don es absoluto. El nombre de Dios es amor.

La filosofía entonces es indispensable para conocer a Dios, porque permite ubicar el punto de partida, la total distancia del totalmente otro, cuya realidad inefable hace imposible formarse una imagen de él. La revelación, por su parte, muestra el otro polo y la infinitud del recorrido que implica hacerse apelable.


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